LA VIOLENCIA DE GÉNERO Y SOCIAL.-
Los romanos llamaban vis, viles a la fuerza o vigor que
permite a una persona imponer su voluntad a otro, ya sea físicamente, psíquica-mente, o de cualquier
otro modo. Justiniano, en su código especificó casos concretos de como los de
Causa mayor, como imposición necesaria
en momentos determinados. A esa fuerza que hace que los más poderosos se nos
impongan, la llamaron VIOLENCIA. Otro aspecto de la violencia
especificada en el derecho romano, es que no se trata de algo consumado y
confirmado; la violencia puede manifestarse también como una amenaza sostenida
y duradera, causante de daños psicológicos quienes la padecen y con
repercusiones negativas en la sociedad. Por lo que permitir lo que el
jefe te pida por el miedo a ser despedido, a perder la casa, a no tener
con que dar de comer a tus hijos. Eso es violencia.
Es un hecho que la mujer, físicamente es menos fuerte. Pesa
un 7% menos que el hombre, y un tercio de su peso es músculo, frente a la mitad
del peso en músculo de un hombre adulto. Es una realidad, que a tortas, ganan
los hombres y en lo más básico de la vida cotidiana, cuando a muchos hombres
que no le valen las razones, imponen su voluntad a golpes.
Mi jefe, me obliga a someterme. Mi jefe, me guste o no, es
alguien. El jefe de mi jefe es alguien, el presidente, el rico, el poderoso que
me oprime, lo hacen porque pueden y me tengo que someter. Soy hijo y nieto de
oprimidos, pero mi padre y mi abuelo eran hombres de verdad, llegaban a sus
casas y sus mujeres le obedecían Si no soy capaz de hacer lo que hizo mi padre,
sometiendo a mi madre, y mi abuelo, sometiendo a mi abuela. ¡Que mierda de
persona soy¡ Por eso, mato a mi mujer, que me ha abandonado, le quito lo que
más le duele, que son sus hijos. No me importa morir después, porque al menos,
moriré como un hombre.
Ante este tipo de actitudes, el estado solo se
justifica dando palos de ciego: Poner una pulsera, que el violador se quitará.
Ordenar el alejamiento que el violento no respetará. Tener una sociedad
militarizada que permite microchips, cámaras y demás pérdidas de derechos de
todos los ciudadanos, por el bien común, no evita la violencia de género pero
se estará permitiendo, bajo supuesta defensa de la mujer, que se coloquen
microchips a personas, que se pongan cámaras en lo más íntimo de los hogares,
que veamos como algo habitual, que se nos espíe y se nos grave en la intimidad
de nuestra vida cotidiana.
Por otra parte, se habla mucho de la violencia sobre las
mujeres, porque hasta cierto punto, las mujeres, como ser adulto, hablamos las
cosas, luchamos por nuestros derechos, pero no es esta la única violencia
escondida tras las paredes del hogar. No se habla de estadísticas de niños
maltratados, ni de números de niños muertos por malos tratos, de los que son
culpables hombres y mujeres, y también de los ancianos, que se están
convirtiendo en el foco de la ira del que, siendo explotado y sometido, se
desahoga con insultos o con golpes.
Desde la postura anarquista, siempre tendremos que ponernos
del lado del más débil para ejercitar la máxima “cada uno según su necesidad,
cada cual según su capacidad” contraria a la supuesta igualdad comunista. Por
ello, es nuestra obligación moral luchar contra todo tipo de violencia, contra
la violencia específica contra el niño, el anciano o la mujer, del mismo modo
que contra la violencia que ejerce el patrón sobre el trabajador y las
trabajadoras. Nuestra lucha es contra LA VIOLENCIA SOCIAL porque sin acabar con
la violencia de la sociedad en su conjunto, que nos arrastra a imponernos sobre
los demás, no acabaremos con la violencia de género.
Por otro lado, los anarquistas, en contra de los comunistas
que consideran que desde el mismo estado se puede luchar, también nos
regimos por la máxima: El fin no justifica los medios. Si castigamos a todos
los hombres como culpables antes de estudiarse cada caso, fracasaremos en
nuestros proyectos de libertad y de igualdad. Si pretendemos que el hombre
comparta el 50% de la crianza, no podemos seguir ejercitando la máxima que los
niños se quedan a vivir con las mujeres siempre, ni que el hombre es culpable a
menos que demuestre su inocencia.
Pero lo peor es que a veces, sorprendemos a los libertarios
defendiendo la implantación de medidas, por parte del Estado, que se nos meten
en lo más íntimo de la vida familiar, medidas discriminatorias, a mi parecer, por el contagio de nuestro continuo contacto con los "Alternativos" que repiten consignas proestatistas sin parar. No nos engañemos, el Estado solo puede empeorar las cosas, y el que se meta hasta en nuestras cocinas, es la cosa más horrorosa que se nos podría imaginar. Un control total sobre la sociedad en la que vivimos similar a la novela 1.984 de Orwels.
Por esto, las mujeres anarquistas no podemos pretender que el
Estado entre en nuestro hogar a regular, con leyes, con cámaras, con microchips
….Que trate a todos los hombres como culpables, eliminando cualquier
presunción de inocencia y cuando el barrio, la familia y todos sabemos quien es
cada uno, actuar sin dilaciones.
Las mujeres anarquistas nos tenemos que percatar que es este
Estado el que impone una sociedad desigualitaria no nos va a salvar de nuestros
maridos, compañeros, padres ni hermanos. Que somos más iguales al padre que nos
engendró y que nos cuidó, al hermano con el que nos criamos y al compañero de
vida, que al la rica Duquesa, a la Reina o la Terrateniente, porque esto no es
una lucha contra el hombre, es una lucha contra la violencia y la sociedad injusta
que la mantiene y donde el Estado no puede hacer más que empeorar las cosas,
porque solo es la herramienta de los poderosos para mantener este sistema de
opresión.
Pero del mismo modo que la revolución proletaria la tiene que
realizar el propio proletariado, o no será, no nos valen los paternalismos
machistas y la revolución femenina será impulsada por mujeres, ( con simpatía o
no de los hombres libertarios), o no será.